En medio del otoño.
Esos momentos: las risas, las millas recorridas para disfrutar de soleados o no tan soleados días, los playlists “mezclados” para complacer los gustos de cada uno en el carro, muchas pero muchas comidas y meriendas y otras vivencias me permitieron apreciar (todavía más) esos ratos compartidos permitiéndome recordar que no hay nada como la familia. Las sensaciones del amor en un abrazo o al compartir una conversación en tiempo real sin que la señal de internet interfiera, el poder decir “hasta mañana ... nos vemos” y saber que mañana realmente lo harás te permite dormirte con una sonrisa en el alma y ni se diga lo que es saber que están bajo tu techo personas amadas que siempre llevas en tu corazón y en ese momento tienes la oportunidad de abrazar no solo con tu alma sino extendiendo los brazos y apretándolos fuertemente porque sabes que la vida te está regalando ese momento, esa oportunidad ...¡Eso sí que no tiene precio! Esa satisfacción y contentamiento con la vida en yoga se conoce como “Santosha” y es uno de los Niyamas que busca que me sienta a gusto y en paz en el momento en el que estoy, en el ahora.
También logré metas que nunca creí iba a tener en mi vida pues no me veía como una corredora y mucho menos pensaba en realizar por segunda vez la carrera de relevos Hood to Coast (199 millas desde Mount Hood hasta Seaside, Oregon) y además al lado de 11 personas excepcionales que aportaron algo más que un buen pace y junto a quienes estoy más que feliz de haber aceptado de nuevo el reto para el 2022, pues creo que esas más de 36 horas compartidas se llenaron más de risas que de dolores musculares y cansancio y aunque hubo mucha incertidumbre en el proceso de preparación y organización antes de la carrera debido a la pandemia, todos y cada uno de nosotros pusimos nuestra mejor cara, esfuerzo y sobretodo mentalidad de equipo para hacer de ese momento una experiencia única e inolvidable. Una vez más me sorprende cómo puedo usar lo que he aprendido en el mat en otras actividades y ver cómo una mente enfocada en un objetivo que podemos considerar inalcanzable logre cumplirse gracias a la disciplina que creamos en nuestro día a día, al estar presentes para nosotros mismos, escuchando nuestro cuerpo, enfocando la mente en lo positivo del proceso y utilizando la energía en lo que realmente se necesita.
Luego, pasado el molote en familia y la preparación para la carrera, mientras trataba de acomodarme de nuevo a la logística con el regreso a las clases presenciales tanto en la escuela como en actividades extracurriculares de mis hijas y al volver a tener la casa de nuevo vacía y silenciosa fue cuando me di cuenta que la vida pasa, que todo llega y se va como las estaciones del año donde unas tenemos la vivencia de diferentes experiencias y donde unas son mejores que otras pero que está en nosotros decidir cómo aprovechar cada minuto de nuestra vida y elegir si caemos en la adversidad o encontramos razones por las cuales vivir más intensamente y más agradecidos de lo que tenemos, de quienes tenemos a nuestro alrededor y al mismo tiempo, aprender a dejar ir, como las hojas de los árboles a los seres queridos, a los recuerdos que nos pesan y las cargas innecesarias, los pensamientos que no nos nutren y que nos evitan avanzar a la siguiente estación o etapa en nuestra vida; eso sí, nunca debemos olvidar por supuesto que nosotros somos ese árbol con raíces fuertes y que aunque el viento sople fuertemente, nos sacuda y doble más de una vez es nuestra obligación mientras vivamos aprovechar nuestro día a día al máximo, trabajando para cumplir los anhelos de nuestro corazón y así mantenernos de pie, con los pies firmes en la tierra y aprendiendo a avanzar felices por la vida, eso es, aprovechando cada oportunidad que esta nos presente aunque sea tan solo por una estación.